martes, 31 de marzo de 2015

¿Por qué atraen tanto las modas?


Avery es uno de los miles, o quizás millones, de adolescentes a quienes ha cautivado la moda de las camisetas con lemas. Este tipo de camisetas no son, ni mucho menos, nuevas; tal vez hasta se las ponían tus padres cuando eran jóvenes. No obstante, la revista Newsweek explica en qué consiste la novedad. Algunos muchachos ahora “lucen camisetas con mensajes que parecen sacados directamente de los bajos fondos”.
La mayoría de las frases que aparecen en los últimos modelos son simplemente impronunciables. Van desde los ataques racistas hasta los comentarios groseros sobre las mujeres. Parece que a los adictos a esta manía les preocupa muy poco la opinión de los demás, incluidos sus padres, sobre los lemas desagradables. Cuando Andrea, de 18 años, le preguntó a un chico por qué tenía puesta una camiseta muy ofensiva, “este no supo qué decir y se limitó a salir con excusas como ‘Es súper’ y ‘Todo el mundo la lleva’”.
En los últimos decenios cientos de modas han cautivado a la juventud. Una de las más populares y lucrativas de todos los tiempos fue la fiebre del hula-hula (hula-hoop), el aro que hizo furor en Estados Unidos durante la década de los cincuenta. Si nos remontamos unos cuantos años más, hallaremos que era popular tragar vivos peces de colores y ver cuántas personas cabían en una cabina telefónica. En fechas más recientes se ha estilado bailar break, llevar pantalones vaqueros descoloridos, montar en monopatines (patinetas) y hacer streaking (correr desnudo en público). Es como dijo un escritor bíblico: “La escena de este mundo está cambiando”. (1 Corintios 7:31.) Hoy en día, los jóvenes siguen una multitud de modas, que oscilan entre lo alocado y lo peligroso.
Los jóvenes y la indumentaria de moda
Tomemos por ejemplo la ropa. Según la revista Time, la música rap (también llamada hip-hop) “probablemente sea el producto estadounidense de más éxito desde la invención de los microcircuitos, pues se ha infiltrado en la cultura juvenil de todo el mundo y prácticamente la ha dominado”. Pero el rap, como bien sabes, es mucho más que música. La revista sigue diciendo: “El rap es también un artículo de consumo de la moda mundial. Por todas partes se ven modificaciones locales de este estilo norteamericano de ropa de calle, que se distingue por los pantalones muy holgados, el calzado deportivo caro, las sudaderas con capucha y las joyas relumbrantes”. Los grupos populares y los vídeos promocionales realizan un bombardeo publicitario que provoca una creciente demanda de prendas raperas.
El estilo superholgado no es nada barato: tan solo el calzado deportivo de caña alta cuesta un dineral. Con todo, a muchos jóvenes les parece que lo vale. Según un chico llamado Marcus, “si no llevas ropa muy ancha, no eres un hip-hop”.
Y eso es justo lo que pretenden los jóvenes que eligen la estética grunge (desastrada). Algunas bandas de rock marginales que tocan en Estados Unidos han popularizado los pantalones vaqueros desgarrados y las camisas a cuadros que caracterizan esta tendencia indumentaria. Una escritora llamó a esta línea “pobreza de quita y pon”. Y sin duda no es más que pura fachada, pues la imagen desharrapada no es nada barata. Por otro lado están las modas “retro”. Según la revista canadiense Maclean’s, abarcan “estilos que evocan las líneas de finales de los sesenta y principios de los setenta”. Los adultos contemplan, entre divertidos y asombrados, cómo los jóvenes pagan precios desorbitantes por artículos que parecían haberse ido hace tiempo de la mano de la música disco, como los zapatos de plataforma y los pantalones acampanados.
La tecnología también crea moda
El buscapersonas (también llamado mensáfono, localizador y beeper) es otro ejemplo de cómo la creatividad juvenil puede convertir casi cualquier cosa en el último grito. Aunque al principio lo utilizaban los médicos y otros profesionales a quienes se debe poder localizar en todo momento, no tardó en hacerse popular entre los traficantes de drogas urbanos. Este aparato permitía al vendedor concertar cómodamente las citas con los posibles compradores de estupefacientes. Según The New York Times, “el uso [de los buscapersonas] estaba tan generalizado que se convirtieron en emblema del mundo de la droga”. No es de extrañar que las juntas escolares estadounidenses decidieran prohibir estos minidispositivos en los centros docentes.
Pero la medida ha tenido escaso éxito. Los buscapersonas se han puesto en boga entre la juventud urbana. Algunos chicos los utilizan debidamente, como medio de comunicación que permite a sus padres saber dónde están o avisarlos en caso de emergencia. Para muchos jóvenes, sin embargo, este receptor no es más que un accesorio de moda. Según explica el Times, “los adolescentes esconden los localizadores en las mochilas, los bolsillos de las chaquetas y los cinturones. Hay unidades incorporadas en relojes de pulsera, corbatas y bolígrafos; los buscapersonas pueden ser azules, rosas y rojos, si bien persisten los viejos receptores sencillos de colores negro y pardo”. Aunque algunos adultos todavía relacionan los mensáfonos con la toxicomanía, un policía neoyorquino comenta: “No es más que un fulminante éxito de ventas. Es cierto que algunos muchachos que lo tienen están metidos en las drogas, pero la mayoría no. Tan solo es una fiebre”.
Novedades extravagantes y peligrosas
Mientras que los nuevos diseños del vestir pueden ser tolerables en el mejor de los casos, y ofensivos en el peor, algunas tendencias populares parecen atentar contra todo sentido común. Para tener el aire demacrado de las supermodelos, muchas jóvenes siguen las dietas del momento sin pensar apenas en el efecto que tendrán en su salud y bienestar. “Ponerse a régimen es una manía nacional [en Estados Unidos] —explica Alvin Rosenbaum—. Eche un vistazo a una lista cualquiera de los diez libros más vendidos y normalmente encontrará un libro de dieta.” Rosenbaum agrega que muchos de estos éxitos editoriales favorecen regímenes dietéticos de dudosa eficacia. Un buen número de expertos acusan a la obsesión con la delgadez de provocar un inquietante aumento de los trastornos del apetito —como la anorexia nerviosa— en los adolescentes.
Otros métodos de embellecimiento personal que están en boga son igual de peligrosos y estrafalarios. Según un artículo de la revista Newsweek, “el tatuaje, el arte de los pueblos primitivos y los marginados, se va introduciendo con paso firme en la corriente principal de la sociedad”. A imagen y semejanza de ciertas estrellas del cine y roqueros de heavy metal, algunos jóvenes se empeñan en tatuarse permanentemente en el torso un dibujo complicado. No parece que les preocupen las advertencias médicas sobre el riesgo de contraer hepatitis y las reacciones alérgicas a las tintas del tatuaje.
¿Y qué se puede decir de la estrambótica manía de hacerse perforaciones corporales? Aunque en ciertas culturas es costumbre horadarse la oreja, algunas personas se han extralimitado irracionalmente y se han practicado agujeros en la lengua y en el ombligo para lucir joyas ostentosas. Si un joven desea ofender a sus padres, una de las mejores cosas que puede hacer es ponerse una gran nariguera.
¿Cuál es el trasfondo de las modas?
El libro Adolescents and Youth (Adolescentes y jóvenes) define la moda como “estilo esporádico y fugaz que raya en el sectarismo. Por definición, las modas son temporales e impredecibles, y predominan sobre todo entre los adolescentes”. Ahora bien, ¿cuál es la razón de que a millones de jóvenes les dé por llevar pantalones holgados y buscapersonas? A los fabricantes y a los agentes de publicidad les encantaría tener una respuesta científica a esta pregunta. Como admitió un artículo de la revista británica The Economist, “parece imposible hallar una explicación racional a las modas y las manías”.
No obstante, el libro Adolescents and Youth ofrece las siguientes razones: “Hay varios factores que pueden explicar el auge de las modas: el deseo de llamar la atención, la presión del grupo para conformarse a sus valores, la necesidad de diferenciarnos como personas y como grupos de coetáneos, y la fascinación por las rarezas”. Un adolescente lo resumió de esta manera: “La escuela secundaria es una buena ocasión para hacer locuras y desahogarte”.

La Biblia no critica el comportamiento juvenil. De hecho, llega a decir: “Disfruta, joven, en tu adolescencia y sé feliz en tu juventud; sigue tus sentimientos, da cauce a tus ilusiones”. Sin embargo, las Escrituras agregan este consejo: “Ten presente que de todo esto te juzgará Dios”. (Eclesiastés 11:9, La Casa de la Biblia.) Este consejo nos da en qué pensar. ¿Cuál debe ser la reacción del joven cristiano ante las nuevas tendencias de la moda? ¿Debería ser vanguardista e ir a la última moda? 

lunes, 30 de marzo de 2015

Se abre en Cuba “una puerta grande que conduce a la actividad”



Los proclamadores del Reino informan
Se abre en Cuba “una puerta grande que conduce a la actividad”
El apóstol Pablo fue un predicador sobresaliente de las buenas nuevas del Reino de Dios. Aprovechó toda oportunidad para comunicar a otras personas las promesas del Creador de otorgar vida eterna a la humanidad obediente. Mientras visitaba la antigua Éfeso, Pablo se percató de una nueva situación que le permitiría ayudar a más personas todavía. Dijo: “Voy a permanecer en Éfeso [...] porque una puerta grande que conduce a la actividad se me ha abierto”. (1 Corintios 16:8, 9.)
Los testigos de Jehová de Cuba también se encuentran en una nueva situación. Aunque todavía no están registrados legalmente, ahora pueden difundir su esperanza bíblica abiertamente. Hace poco, el gobierno de Cuba expresó su interés en permitir libertad de movimiento a varias confesiones religiosas. El presidente Castro ha dicho públicamente que los testigos de Jehová son una confesión religiosa con la que ahora el gobierno cubano tiene una mejor relación.
Esta nueva situación ha abierto “una puerta grande que conduce a la actividad” para los testigos de Jehová. Por ejemplo, recientemente abrieron un despacho para coordinar la predicación en el país. Más de sesenta y cinco mil Testigos están ayudando a la gente a estudiar y entender la Biblia, valiéndose para ello de publicaciones bíblicas, como las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Muchos cubanos de corazón sincero se están beneficiando de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová.
Los Testigos celebran asimismo reuniones regulares en pequeños grupos por toda la isla. A veces también tienen el privilegio de celebrar asambleas mayores en grupos de unos ciento cincuenta asistentes. Agradecen profundamente el permiso que han recibido de las autoridades cubanas, que les da la oportunidad de reunirse con sus hermanos espirituales, cantar alabanzas a Dios y orar juntos.
Hace algunos años celebraron la Asamblea de Distrito “Temor Piadoso” más de mil veces en tan solo tres fines de semana. Un informe dice que “el orden, la disciplina y la paz” sobresalieron en cada asamblea. Las autoridades congratularon a los Testigos por ello.
Los cristianos verdaderos se esfuerzan en todo el mundo por cumplir el mandato divino de predicar las buenas nuevas del Reino de Dios. Al mismo tiempo, procuran mantener una relación pacífica con las autoridades gubernamentales. (Tito 3:1.) Los testigos de Jehová siguen el consejo del apóstol Pablo, que escribió: “Por lo tanto exhorto, ante todo, a que se hagan ruegos, oraciones, intercesiones, ofrendas de gracias, respecto a hombres de toda clase, respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto; a fin de que sigamos llevando una vida tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad”. (1 Timoteo 2:1, 2.)

Los cristianos tienen que testificar


En los últimos años, líderes eclesiásticos han expresado con insistencia que es necesario que se dé un testimonio cristiano. Y eso deberían hacer ellos, pues la palabra “testigo” y sus derivados, basados en la palabra griega martýs, aparecen 34 veces en las Escrituras Griegas Cristianas (“Nuevo Testamento”), Versión Valera. Examinemos algunas de las declaraciones provenientes de la cristiandad.
El papa Juan Pablo II, según una cita publicada en L’Osservatore Romano (edición semanal en inglés) del 30 de abril de 1984, dijo: “El testimonio, como recalcó mi predecesor Paulo VI, ‘es un elemento esencial de la evangelización, y por lo general es el primero’ (Evangelii Nuntiandi, núm. 21). Es especialmente urgente en nuestra era, en la desorientación de la mente y en el eclipse de los valores que están desarrollando una crisis que se revela cada vez más claramente como una crisis total de la civilización”. Un año antes, en otro número del mismo periódico, se informó respecto a una audiencia papal bajo el titular: “El mundo del trabajo necesita testigos cristianos”.
Así da énfasis a la necesidad de testificar la Iglesia Católica Romana. Pero ¿qué dicen los portavoces protestantes acerca de la importancia de testificar?
La sexta Asamblea General del Concilio Mundial de Iglesias, que ahora tiene 301 miembros, se reunió en Vancouver del 24 de julio al 10 de agosto de 1983, y luego publicó su International Review of Mission (octubre de 1983), el cual incluía un artículo de 36 páginas titulado “Testificando en un mundo dividido”. Bajo el subtítulo “Todos los cristianos son llamados a testificar”, el artículo declaró francamente: “Para el cristiano, la tarea y el acto de testificar es una respuesta a su lealtad a Dios y una expresión de ésta. [...] El testificar es por mandato divino. Testificamos de la supremacía y el amor de Dios, el creador y dador de vida”.
La publicación teológica bautista Review and Expositor da énfasis a lo mismo, diciendo: “Un estudio del libro de Hechos revela que se agregaron nuevos creyentes a la iglesia porque los cristianos testificaban. Si no se está trayendo a nuevos conversos, pues, es muy probable que los cristianos no estén testificando”.
Aunque las sectas de la cristiandad están completamente divididas en cuanto a ideología y doctrina, parecen estar de acuerdo sobre la necesidad de testificar. Pero ¿están sus miembros cumpliendo con la obligación de testificar?
Sobre eso, Michael Green, rector de la iglesia St. Aldgate, de Oxford, Inglaterra, escribe: “Se acusó a nuestros antepasados en la fe de ‘trastornar el mundo’ con las buenas nuevas que ellos decían a la gente respecto a Jesús (Hechos 17:6). [...] Aquí es donde diferimos enormemente de la iglesia primitiva, cuando todo hombre y mujer consideraba que tenía la tarea de dar testimonio de Jesucristo por todo medio que tuviera a su disposición”.
Un folleto bautista, Witnessing in Today’s World, declara: “El cristiano dedicado quizás diga: ‘Pues, yo no sabría por dónde empezar al tratar de testificar a otra persona’”. Añade: “La reacción inmediata de muchos miembros de la iglesia bautista, cuando se menciona el testificar, es: ‘Nosotros pagamos al pastor para que haga eso’”.
Además, una publicación de Westminster, The Christian as Communicator, admite: “Es muy posible que se esté pasando por alto la responsabilidad de comunicar el evangelio, simplemente porque los cristianos no tienen mucho que decir”.
Claro, los miembros de las sectas de la cristiandad “no tienen mucho que decir”. Y en esto radica el punto crucial de su problema. No han reconocido el cumplimiento del día moderno de “la señal” que Jesús dio respecto a su “presencia” en la gloria del Reino y “la conclusión del sistema de cosas”. Los que ven esa “señal” se sienten impelidos a testificar acerca de ella. ¡Qué alegres podemos sentirnos de que los cristianos verdaderos hoy tengan muchísimo que decir, mientras testifican celosamente respecto al Reino entrante de Jehová mediante Cristo Jesús! (Mateo 24:3-14; Isaías 43:12.)


Los cardenales explican por qué los católicos dejan la Iglesia


“El nacimiento y la difusión de sectas o nuevos movimientos religiosos es un fenómeno notable en la historia religiosa de nuestros tiempos. Trabajan con una gran vitalidad”, declaró el cardenal nigeriano Francis Arinze en el consistorio extraordinario celebrado en el Vaticano en abril de 1991, según se informó en la edición semanal vaticana en lengua española de L’Osservatore Romano. Otro cardenal, Ernesto Corripio Ahumada, arzobispo de Ciudad de México, fue aún más directo en su alocución. Dijo respecto a la proliferación de nuevos movimientos religiosos: “Las sectas pseudocristianas más difundidas son los Testigos de Jehová y los mormones”. Asimismo, el cardenal español Ángel Suquía Goicoechea, arzobispo de Madrid, incluyó a los testigos de Jehová entre las asociaciones religiosas “implantadas en mayor número de países”.
¿En qué radica el éxito de estos grupos en zonas y países mayoritariamente católicos? Varios cardenales adujeron diversas razones. Uno de ellos, Ricardo J. Vidal, arzobispo de Cebú (Filipinas), declaró: “El medio más eficaz que usan para lograrlo suele ser un ataque directo contra las enseñanzas y prácticas católicas, especialmente contra la devoción a María, las imágenes, el culto a los santos, el sacramento de la confesión, el papel del celibato sacerdotal, etc.”.
Este comentario reviste interés en vista de que los cristianos del siglo I no dieron comienzo a ninguna de estas prácticas. La confesión del cardenal recuerda la declaración de otro prelado católico, el cardenal Newman, quien escribió en 1878: “La utilización de templos y su consagración a determinados santos [...], las ofrendas votivas [...], el agua bendita [...], [y] más tarde las imágenes [...], son todas [prácticas] de origen pagano santificadas por su adopción en la Iglesia”.
¿Qué otras razones adujeron los cardenales para la “vulnerabilidad” de su grey? Según el cardenal Vidal, una es “la escasez de sacerdotes que podrían ejercer su ministerio respondiendo de una manera personal a las necesidades de los fieles católicos. No hay que maravillarse, por tanto, de que muchas de nuestras diócesis sean campos abiertos para las actividades proselitistas de las sectas”. Ahora bien, ¿a qué se debe la falta de sacerdotes? Un factor de primer orden es la norma antibíblica del celibato sacerdotal, impuesta en la Iglesia latina en el siglo XII, y esto pese a que en 1 Timoteo 4, versículos 1 y 3, las Escrituras explican (según la versión católica Biblia de Jerusalén): “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe [...]; éstos prohíben el matrimonio”. (Compárese con 1 Corintios 9:5; 1 Timoteo 3:1, 2.)
¿Qué propuesta para solucionar el problema del abandono de la Iglesia avanzó el cardenal Vidal a sus compañeros de prelacía? “Tenemos planteado el reto de leer y estudiar, meditar y vivir la palabra de Dios.” Esto es exactamente lo que los testigos de Jehová instan a hacer a todas las personas sinceras, sin importar sus antecedentes sociales o religiosos. Por esta razón, están muy resueltos a predicar “esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones”, antes de que Dios acabe con este mundo dominado por Satanás. Si su deseo es “leer y estudiar [...] la palabra de Dios”, póngase en contacto con los testigos de Jehová en el Salón del Reino de su población. (Mateo 24:14, BJ; 1 Juan 5:19.)


Los bautistas son mucho más conocidos por sus luchas que por el fomento de la paz



 “Los bautistas son mucho más conocidos por sus luchas que por el fomento de la paz. [...] Cuando el problema de la esclavitud [en Estados Unidos] y otras circunstancias dividieron a las confesiones y luego a la nación en el siglo XIX, los bautistas en el norte y en el sur por igual apoyaron el esfuerzo bélico dándole el carácter de una cruzada justa, convencidos de que Dios estaba de su parte. Los bautistas también apoyaron a su país en las guerras contra Inglaterra (1812), México (1845) y España (1898), argumentando en estas dos últimas que se trataba ‘principalmente de llevar la libertad religiosa a los pueblos oprimidos y de abrir nuevos territorios a la obra misionera’. No se está diciendo que los bautistas desearan la guerra en vez de la paz, sino que, en su mayoría, cuando la guerra fue una realidad, apoyaron el esfuerzo bélico nacional y participaron en él”, comenta una revista teológica bautista (Review and Expositor—A Baptist Theological Journal).

La opulencia de Armstrong


Cuando unos miembros disconformes de la Iglesia Mundial de Dios acusaron a Herbert W. Armstrong de mal manejo de los fondos de su iglesia, el Tribunal Superior de California puso temporalmente en administración judicial las finanzas de aquella iglesia. Las quejas enfocaban en las enormes cantidades de dinero que se gastaban en agasajar a prominentes políticos mundanos y el lujoso estilo de vida y los enormes salarios de oficiales principales de la iglesia.
El segundo a Armstrong en su organización, Stanley R. Rader, defendió del siguiente modo el dinero que se gastaba en el alquiler de aviones de reacción, hoteles, restaurantes y regalos muy caros para los dignatarios extranjeros: “Teníamos la comisión de esparcir el evangelio.” Y el abogado de Rader, Allan Browne, admite que al “proclamar la palabra de Jesús,” los oficiales de la iglesia gastan “enormes cantidades de dinero.” ¿Por qué? “Cuando uno visita a los primeros ministros y otros líderes mundiales, uno les lleva algo, y eso quizás sea de [la casa de vestir elegante] de Gucci.” “En el hogar de Stan Rader se alojan personas importantes. No se les lleva a [un lugar de comidas rápidas] McDonalds. Se les lleva a [un restaurante de lujo] Perino.”
Para aclarar los asuntos, es interesante notar la verdadera comisión evangélica que Jesús dio a sus discípulos. En agudo contraste con la opulencia que se refleja en lo que ya se ha mencionado, Jesús indicó que ellos necesitarían solamente fondos muy limitados: “No consigan oro, ni plata, ni cobre para sus bolsas al cinto.” ¿Se suponía que agasajaran a políticos mundanos con comidas y regalos lujosos? Ciertamente Jesús dijo que ‘los llevarían ante gobernadores y reyes por causa de él,’ pero esto no sería para agasajar a estos gobernantes. Más bien, era para que respondieran a las acusaciones que se levantarían contra ellos como ‘objeto de odio de toda la gente’ debido a su predicación. El registro de Jesús mismo y de los primeros cristianos prueba que esto sucedió.—Mat. 10:9, 10, 18, 22.

La clase de lugares que son las discotecas


Por todo el mundo millones de personas van semanalmente en busca de alguna discoteca para entretenerse. ¿A qué clase de lugares están yendo? ¿Se parecen mucho todas las discotecas?
No necesariamente. Las discotecas pueden diferir considerablemente unas de otras, pues como dice la revista Discothekin: “Discoteca sencillamente es música y baile y se le puede dar cualquier forma que uno desee. La gente dicta el éxito de un club, y si el dueño/administrador es astuto puede determinar su clientela con solo definir por medio de la música el ambiente que desea crear... sea el de los años setenta, los cuarenta o hasta los alegres noventa.”
Hasta hay discotecas para niñitos; otras están diseñadas particularmente con sus abuelos en mente. Algunos lugares se clasifican como “restaurantes-discotecas.” Pueden ser restaurantes durante las primeras horas de la noche. Pero más tarde se usan como discotecas. Esto le permite al dueño del restaurante obtener ingresos adicionales durante horas en las cuales su restaurante normalmente estaría cerrado. En Europa la mayoría de las discotecas son sitios en los que uno puede comer y beber así como bailar.
De modo que no todas las discotecas son iguales; puede fijarse ese nombre a lugares muy diferentes. Pero, ¿cuál es la esencia —la sustancia misma o alma— de las discotecas? ¿Qué estilo de vida promueven? ¿Cómo se refleja éste en su música, su baile, su indumentaria, y así por el estilo?
¿Qué son las discotecas?
Kitty Hanson, quien ha investigado y escrito extensamente sobre el tema, dice acerca de una discoteca moderna: “Bajo el deslumbrante dosel de luces, el piso parecía combarse a fuerza del golpear de los pies, y el aire comenzó a crepitar debido a la tremenda energía física. Entonces la sala estalló. El aire se llenó de gritos y llamados y miles de brazos oscilaban frenéticamente a medida que el efecto de la música casi arrebataba a los bailarines y los alzaba del piso. Fue un momento candente, hirviente de emoción puramente primitiva. Fue la esencia de la experiencia de las discotecas.”
¿Qué es esta “emoción puramente primitiva” —la esencia de la experiencia de las discoteca— que se evoca en los bailarines? Show Business, una revista para actores de variedades, nos da una idea en su artículo “Dinámica Década de Discotecas,” al decir:
“Un efluvio de aceptación rodea la tendencia de las discotecas . . . Las anticuadas costumbres sexuales, combatidas con éxito durante los años sesenta, se han rendido ante una nueva libertad sexual en que la gente trata honradamente con sus deseos y participa sin sentimiento de culpa.
“El homosexual baila codo a codo con la persona normal, y a ninguno de los dos parece importarles un bledo. Es esta libertad polifacética lo que constituye el alma de las discotecas, y su corazón es el pulsante ritmo de la música de discoteca.”
La expresión sexual libre, liberada —el abandono de las restricciones— esa es la esencia, el alma de las discotecas. De seguro esto recuerda las antiguas danzas de fertilidad en las que los adoradores se desencadenaban en movimientos frenéticos que excitaban las pasiones, y que muy bien pueden haber culminado con el coito sexual entre los participantes a fin de inducir a la “Madre Tierra” a producir nuevas cosechas.
Cierto, no todas las discotecas necesariamente animan a desechar las inhibiciones, pero las discotecas están identificadas con dicho estilo de vida ‘sexualmente-libre.’ “Lo que hace diferir a la discomanía de la mayoría de sus predecesores es su tendencia manifiesta a convertirse en orgía,” explica la revista Esquire. “Toda discoteca implícitamente es una orgía . . . Por medio de ofrecer la satisfacción instantánea y total de todos los deseos sexuales en un ambiente de intensa excitación imaginativa, la orgía inspirada por la discoteca promueve el despertar de un estado ensalzado de conocimiento, de éxtasis literal, o de estar fuera del cuerpo.”
Énfasis en el yo
Algunos quizás piensen en el baile de discoteca en particular como una forma disciplinada de baile que da realce al Hustle, y para algunos quizás lo sea. Sin embargo hay más envuelto en el baile de discoteca. Más bien, se concentra la atención de los que bailan no tanto en bailar con otra persona, sino en hacer como se le antoje —‘hacer lo suyo’— como dicen. Es una escena de exhibición sexual.
Se ha notado que la “discocultura” tiene por fuerza direccional el desenfreno y la complacencia para consigo mismo, y como resultado se han hecho algunos comentarios sumamente interesantes. Note el editorial “Discoteca, Narcisismo y Sociedad” en el Daily News de Nueva York del 19 de marzo de 1978:
“Separados por muros de música ensordecedora y arrebatados en una locura de luces brillantes, los que bailan hacen lo suyo, apenas tocándose, sin mirarse unos a otros, y ni siquiera hablarse. Es muy semejante a pararse ante un espejo y gritar: ‘yo, yo, yo, yo . . . ’ sin cesar.
“Esta autoindulgencia pura refleja una filosofía de raíces peligrosamente profundas en nuestra sociedad. Predica que cualquier cosa que el individuo desee hacer es 100% correcta... prescindiendo de cómo afecte a cualquier otra persona.
“La actitud se manifiesta en nuestra creciente proporción de divorcios, en nuestras legiones de familias rotas y en los incontables libros y movimientos amoldados a satisfacer los deseos personales y el amor propio.
“Queda muy poco espacio para el amor en la filosofía que impregna el mundo de las discotecas. Y eso es una lástima, porque los que han olvidado —o nunca han conocido— los gozos de dar y compartir se están perdiendo la parte más rica de la vida.”
El artículo del 20 de junio de 1978 de Esquire, tiene un empuje semejante, y se intitula “El estilo de las discotecas: Ámate a ti mismo.” El decir “que la discoteca se ha edificado sobre un renacimiento del ‘baile de contacto’ o que tiene como foco un paso llamado el Hustle latino,” “es o una ilusión por parte de los instructores [de baile] de las escuelas Arthur Murray o sencillamente una página femenina de periodismo malo. Lo cierto es que el actual bailarín de discoteca se interesa en la clase de espectáculo de un solo hombre que John Travolta despliega en la secuencia más excitante de Fiebre del Sábado Noche.”
Puesto que la película Fiebre del Sábado Noche ha tenido tanto que ver con el fenómeno del crecimiento y la propagación de las discotecas, considerémosla. ¿Qué clase de estilo de vida realza esa película y, de hecho, promueve?
“Fiebre del Sábado Noche”
El personaje principal de la película vive solo para una cosa... brillar en la discoteca el sábado por la noche. Se presentan las aventuras sexuales de los que frecuentan las discotecas, incluso el sexo oral, que se efectúa fuera de la discoteca en el automóvil durante los intermedios del baile. El lenguaje es de la peor especie. No obstante, todo esto se presenta como algo normal... el modo de vivir entre los que frecuentan las discotecas. En un artículo noticioso: “Por qué los adolescentes no deben ver ‘Fiebre del Sábado Noche,’” el Dr. Herbert Hoffman, un sicólogo neoyorquino, dice:
“Travolta y sus amigos están enseñando a los adolescentes a envolverse sexualmente con las jóvenes sin sentimientos románticos de ninguna clase, a usar a las muchachas como objetos sexuales, a privar de personalidad a la entera experiencia sexual.
“Las ideas que los adolescentes se llevan consigo de esta película pueden dañar trágicamente toda su vida.
“Los jóvenes se esforzarán por ‘marcarse un tanto’ con el sexo opuesto, con la idea de que tener relaciones con una joven es un logro del cual jactarse ante los amigos a fin de realzar su posición ante el grupo.
“Las jovencitas estarán convencidas de que o se requiere la promiscuidad a fin de asegurar la popularidad, o que los hombres están en busca de ‘una sola cosa.’ En cada caso, se pone en peligro la oportunidad que tienen de un envolvimiento profundo y emocionalmente duradero.
“Es una película enferma y no debemos permitir que los adolescentes susceptibles la vean.”
No obstante, millones de jóvenes en todo el mundo, a menudo junto con sus padres, han ido en tropel a ver esta película, haciendo de ella uno de los triunfos más grandes en la historia de la taquilla. Como se hizo notar, la película realza la esencia misma de las discotecas. Pero también lo hacen otros aspectos de la escena de las discotecas.
Música, ropa y drogas
A medida que crece su popularidad, son pocas las personas que no están familiarizadas con el sonido de la música de discoteca. Muchas canciones populares de los decenios anteriores se han mezclado con el ritmo pulsátil de la música de discoteca. A medida que se acostumbran a estas tonadas, hasta algunas personas de más edad a quienes les gustaban las canciones originales empiezan a disfrutar de las versiones actualizadas. Pero, de nuevo, ¿cuál es a menudo el empuje dominante de la música de discoteca?
Al informar acerca de uno de los grupos populares de música de discoteca, Discoworld dice: “En ‘Baby I’m On Fire,’ de su álbum actual, ‘Arabian Nights,’ las tres mujeres pronuncian con sonidos entrecortados y ronroneos ‘Oh, me estoy quemando.’ Entra un saxofón fálico, que convierte la canción en una fabulosa banda de sonido para un espectáculo con bailarinas semidesnudas de Times Square.” Entonces la revista añade: “El estilo cargado de sexo de la Familia Ritchie cae dentro de la esfera del empuje principal de la música de discoteca de hoy día, que es celebrar el placer.”
También la revista Time mencionó la flagrante explotación del sexo, incluso los esfuerzos por excitar sexualmente a los oyentes. Su artículo “Reinado llamativo de la reina de las discotecas” dijo: “En 1976 . . . recibió un disco de oro por medio de simular el orgasmo 22 veces.”
Las cubiertas de los álbumes de los discos también suministran una idea del tipo de música que éstos contienen. A veces se realza la desnudez, aunque la explotación sexual a menudo es más sutil. De una cubierta Discoworld dice: “Las posturas de Jaqui y Dodie, combinadas con la de Ednah, crean un símbolo de tres letras que al observarlo casualmente es invisible a la conciencia, pero que se percibe instantáneamente en el nivel del subconsciente: S-E-X [Sexo en inglés].”
Los estilos de ropa de los que frecuentan las discotecas también están en armonía con el énfasis que éstas dan al sexo. El libro Disco Fever muestra la fotografía de una joven bailando en una discoteca de Nueva York. Su vestido está abierto hasta la cintura y tiene la pierna alzada, mostrando una vista interior de casi toda su cadera. El pie del grabado dice: “La escena . . . resume la atracción de las discotecas.” Paulette Weiss, del personal de redactores de la revista Stereo Review, dice acerca de las personas que han sido arrebatadas por la experiencia de las discotecas: “He visto a mujeres desnudarse en la pista de baile.”
Al mantener el paso con el énfasis que las discotecas dan al llamado “placer,” las drogas fluyen libremente en las discotecas. Recientemente un arresto ocasionado por el narcotráfico en la más famosa discoteca de Nueva York recibió mucha publicidad. Pero el Daily News de Nueva York hizo notar: “Según los que frecuentan el establecimiento, el descubrimiento de drogas en Estudio 54 no debe sorprender a nadie que haya pasado algún tiempo allí. Se informa que desde que el sitio abrió en abril del año pasado la cocaína y la marihuana se intercambian, venden y usan abiertamente.”—15 de diciembre de 1978.
Sonido y luces
Por lo general se considera que el sonido y las luces son vitales a la experiencia de las discotecas. El sonido no solo se oye; es tan abrumador que se siente.
Pero, ¿puede ser peligroso un sonido tan poderoso? Un reciente informe noticiero de Rio de Janeiro, Brasil, dijo: “La posibilidad de que las discotecas sean peligrosas a la salud ha hecho que el gobierno se abstenga de emitir licencias a 20 establecimientos en la ciudad meridional de Porto Alegre hasta que se pueda hacer una investigación médica.” La cuestión bien puede haber tenido que ver con los niveles de ruido, y eso es fácil de entender.
El año pasado se efectuó una verificación del sonido en las discotecas de Long Island, Nueva York, en los Estados Unidos, y los inspectores hallaron que 18 establecimientos tenían niveles de ruido que sobrepasaban 95 decibelios por más de 30 segundos. A cada uno de estos establecimientos se le obligó a fijar en su entrada una señal de advertencia: “LOS NIVELES DE SONIDO EN EL INTERIOR PUEDEN OCASIONAR DAÑO PERMANENTE AL OÍDO.” La investigación médica revela que los niveles de ruido que por lo general se experimentan en las discotecas pueden ocasionar daño permanente al oído de ciertas personas, particularmente a las que se exponen a estos niveles de ruido con regularidad.
Las luces también presentan un posible peligro a la salud. ¿Cómo es eso? Pues bien, ciertas discotecas tienen un sistema de luces laser. “Si el haz de luz entra en el ojo,” dice el profesor Paul L. Ziemer de la Universidad Purdue, “se puede recibir una quemada en la retina... un punto ciego permanente.” Además, las luces estroboscópicas que oscilan al compás del ritmo de la música, pueden producir mareo, náusea y accesos alucinatorios. Entre los que han emitido advertencias acerca de estos posibles peligros se encuentra el gobierno británico, que hizo esto en un folleto sobre la seguridad en las escuelas.
¿Le ayuda esta consideración de las discotecas —sus raíces y la clase de lugares que las discotecas son— a ver por qué aquellos superintendentes cristianos que se reunieron en Brooklyn, Nueva York, el pasado diciembre estaban preocupados acerca de la creciente popularidad de las discotecas?
Sin embargo, muchas personas disfrutan de las discotecas debido a las mismas cosas acerca de ellas que otros consideran peligrosas. Creen que los riesgos son mínimos, y que vale la pena correrlos para disfrutar de lo que ellos consideran un rato de placer. En realidad, ¿cuán grandes son los peligros? ¿Representa el ir a las discotecas un riesgo para el bienestar y felicidad duraderos? Estos son asuntos que merecen nuestra consideración.


La atracción universal de la música latina


Más de cuatrocientos millones de personas hablan español por todo el mundo. Después del mandarín y el hindi, este idioma tiene más hablantes nativos que cualquier otro. No es de extrañar, por lo tanto, que a muchas personas les resulte familiar la música latinoamericana. Gente de todo el mundo ha disfrutado de escucharla o bailar al ritmo del mambo, el chachachá, el merengue o la salsa.
¿Por qué es tan popular esta clase de música? En parte por su carácter vivaz y alegre. A muchos latinoamericanos les gustan los ritmos rápidos y tropicales. Esclavos procedentes de África occidental introdujeron hace centenares de años varios de estos compases en Latinoamérica. Hay que admitir que a algunas personas que no son latinas les resulta difícil entender los ritmos más rápidos, caracterizados por el son reiterativo del tambor.
La música latina también puede ser lenta, romántica y hasta melancólica. Por ejemplo, el bolero latinoamericano siempre ha gozado de gran aceptación en muchos países. Normalmente lo ejecutaban tríos y se caracterizaba por su naturaleza romántica y poética. Fue muy popular durante los años cuarenta y cincuenta, y ahora está resurgiendo en la música vocalista de artistas jóvenes. Los mariachis de México, con sus llamativos trajes, grandes sombreros e inconfundibles sones, también son famosos en todo el mundo.
El merengue, la salsa y el tex-mex
El merengue y la salsa se han hecho muy populares en muchos países. Estos ritmos no son nuevos. El merengue se originó en la República Dominicana y en Haití. De él se ha dicho que es “increíblemente rápido, reiterativo, pegadizo y delicioso”. Su nombre hace referencia al dulce que se prepara batiendo enérgicamente azúcar y claras de huevo. Al observar los vigorosos movimientos con que bailan algunos merengueros, cualquiera puede comprender que el nombre resulta muy apropiado.
El género musical de la salsa reúne una variedad de ritmos, en su mayoría de origen cubano y puertorriqueño. Hay quienes afirman que la salsa debe su nombre a una fusión musical que tuvo lugar en Nueva York, donde se dio cita una amalgama de artistas de todo el Caribe. Desde allí se esparció por el mundo entero.
El asesinato en 1995 de Selena, una cantante hispana de Estados Unidos, elevó sus canciones a un rango de popularidad aún mayor que cuando estaba viva. Se la conocía como la reina del tex-mex, que se ha definido como una combinación de música country norteamericana y de ritmos norteños (del norte de México) con letras en inglés, en español o en spanglish, que es una mezcla de español e inglés. Este tipo de música ha alcanzado mucha popularidad entre los latinos de Estados Unidos y en Latinoamérica.
El punto de vista equilibrado de la música y el baile
Al igual que sucede con muchos otros placeres, la moderación es la clave para que obtengamos el mayor disfrute de la música (Proverbios 25:16). Los cristianos son selectivos en sus preferencias musicales. La Biblia advierte: “Vigilen cuidadosamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos” (Efesios 5:15, 16). Es notorio que los temas de algunas canciones son irreverentes, inmorales o hasta satánicos. La música latina no es inmune a esas influencias corruptivas.
Las letras de ciertas canciones latinas son obscenas. Algunas tienen doble sentido, mientras que otras son eróticas o sexualmente explícitas. Los temas políticos, la violencia y la rebelión también se resaltan en un buen número de canciones. Por ejemplo, entre muchos latinos ha gozado de amplia aceptación la música mexicana conocida como corrido. Sin embargo, recientemente se está popularizando un nuevo tipo: el narco corrido. Sus canciones refieren las historias violentas de los narcotraficantes, y los presentan como héroes. Algunas canciones de los mariachis también tratan temas ofensivos y ensalzan la borrachera, el machismo o el nacionalismo. Igual puede decirse de ciertas letras del merengue, la salsa y otros tipos de música latina.
Hay a quienes les gustan estos ritmos pero no entienden la letra de las canciones. Es posible que, sin saberlo, escuchen con placer composiciones que alientan la inmoralidad sexual, la violencia e incluso el ocultismo. Puede que quienes entienden español hagan caso omiso de letras objetables mientras bailan al son del ritmo pegadizo y alegre. Sin embargo, un profundo respeto por las normas bíblicas nos impulsará a examinar detenidamente todos y cada uno de los temas que se oigan en nuestra casa y en las reuniones sociales. Así evitaremos escuchar canciones cuya letra ofenda a Dios, o de bailar al son de sus compases.
También hemos de vigilar que la manera en que bailemos no haga tropezar a otras personas (1 Corintios 10:23, 24). Los cristianos se cuidan de que sus movimientos no reflejen un desenfreno insensato que los despoje de su dignidad. Tampoco quieren tomar parte en danzas deliberadamente provocativas. Las parejas casadas sensatas no permiten que el baile se convierta en una exhibición impropia de intimidades maritales.
El equilibrio cristiano también exige moderación en lo relativo al volumen de la música que se toca y a la duración de las reuniones sociales. No cabe duda de que quienes adoran a Jehová pueden disfrutar de su música favorita sin que para ello tengan que participar en “parrandas” que se extienden hasta la madrugada y que se caracterizan por un volumen ensordecedor. La Biblia exhorta: “Basta el tiempo que ha pasado para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones cuando procedían en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales” (1 Pedro 4:3).
A pesar del predominio cada vez mayor de elementos inmorales en el moderno mundo del espectáculo, todavía se puede disfrutar de una gran variedad de música sana. La música es un hermoso regalo de Dios, y la Biblia dice que hay “un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: [...] un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar” (Eclesiastés 3:1, 4, Levoratti-Trusso). Si le gusta la música animada y pegadiza, sin duda disfrutará de escuchar y bailar con moderación y equilibrio cristiano los atractivos ritmos de la música latina (1 Corintios 10:31; Filipenses 4:8).


He visto al “pequeño” convertirse en “una nación poderosa” (Fragmento)


Relatado Por William Dingman

A Cuba y luego a Puerto Rico
En mayo de 1945 me enviaron junto con otros hermanos a mi primera asignación misional: Cuba. La noche que llegamos a La Habana, la capital, salimos a predicar con las revistas. Permanecimos en La Habana hasta que encontramos una casa en Santa Clara. El reembolso que cada uno de nosotros recibía al mes era de solo 25 dólares (E.U.A.) para todos los gastos, incluidos la comida y el alquiler. Hicimos las camas y los muebles con los materiales que estaban disponibles, y utilizamos cajas de manzanas para hacer las cómodas.
Al año siguiente me asignaron a la obra del circuito. En aquel tiempo toda Cuba era un solo circuito. Como el superintendente de circuito que me había precedido tenía las piernas largas y disfrutaba mucho caminando, los hermanos y las hermanas tenían que correr, literalmente, para mantenerse a su paso. Debieron pensar que yo haría lo mismo, así que lo organizaron todo bien para mi visita. No salieron todos al ministerio el mismo día, sino que se dividieron en grupos e hicieron turnos para trabajar conmigo. El primer día, un grupo me llevó a un territorio distante; al día siguiente, otro grupo me llevó a otro territorio lejano, y así sucesivamente. Al final de la visita estaba agotado, pero había disfrutado de la experiencia. Tengo preciados recuerdos de aquella congregación.

Para 1950 teníamos más de siete mil publicadores del Reino en Cuba, aproximadamente la misma cantidad que en México.

¿Hallado el cuerpo del que bautizaba?


 Hace unas décadas se informó que dos cuerpos descubiertos en un antiguo monasterio de Egipto eran los de Juan el que bautizaba y del profeta Eliseo. Sin embargo, se dijo que un cuerpo examinado por un reportero todavía tenía la cabeza fija pero “no se había descompuesto.” Se informa que los funcionarios encumbrados de la Iglesia Ortodoxa Copta han respondido con cautela al “descubrimiento” y han establecido un comité de expertos para investigarlo. La Biblia podría ayudar a esos “expertos”; dice que Juan fue decapitado. (Mar. 6:25-27) Por otra parte, la Iglesia Mormona, ha negado absolutamente la identificación como de Juan, “porque,” afirman, “que él [Juan] apareció en la Tierra como un ser resucitado tan recientemente como en 1829.” Durante esta ‘aparición,’ la iglesia afirma que visitó a su fundador, José Smith, y a un asociado. Pero, ¿de dónde podría haber venido este “Juan”? La Biblia dice que Juan el que bautizaba no fue al cielo.—Mat. 11:11.


Fui una monja católica


 “Llegaré a ser una monja a fin de pertenecer a Jesús para siempre. Solo a él tendré en cuenta en mi vida.” Esa fue la decisión que tomó una niñita de siete años cierto día en 1916 después de haber tomado la comunión.
Yo era esa niñita. Nací el 28 de agosto de 1909, en Neufchâteau, Bélgica, de padres católicos devotos, y acaricié ese deseo desde la tierna infancia.
Teniendo presente ese ideal, hallaba placer en la oración, en pequeños sacrificios y en servir a otros. ¡Así es que pasaba muchas horas orando en la iglesia de Neufchâteau! Cada atardecer al oír las campanas me unía a unos pocos feligreses en rezar el rosario, guiados por el sacerdote.
¡Yo rezaba hasta once rosarios al día! La misa y la comunión eran ceremonias diarias para mí. Sin embargo, al tiempo de las vacaciones, asistía a varias misas durante el día, después de las cuales seguían largos períodos de dar gracias.
Durante las vacaciones de verano, después de mi segundo año de estudios para ser maestra, fui a los bosques de Neufchâteau cierta tarde para poder meditar. Todavía me puedo ver recostada sobre la hierba, volviendo a leer el libro Vida de Santa Teresita de Lisieux. Yo quería ser como ella porque pensaba que ella había tenido un profundo amor por Jesús. Estaba determinada a pagar cualquier precio para llegar a ser una monja devota, una amada esposa de Jesús.
Por eso en un día de agosto de 1926, después de haber dedicado muchas horas a la oración, arrodillada con los brazos extendidos en cruz, esperé que mis padres llegaran a casa. Apenas llegaron, les hice saber mi decisión. “Padre,” le dije, “lo siento si te hago infeliz, pero Dios me ha llamado al convento.” “Hija mía,” dijo mi padre, “todavía eres tan joven. Piensa cuidadosamente lo que quieres hacer.” Respondí: “Padre, lo he estado pensando por más de diez años.” Después de una larga conversación, él concluyó: “Hija mía, si es la voluntad de Dios, no pondré ningún obstáculo en tu camino. Tienes mi consentimiento.”
Dejo mi casa
El sacerdote hizo averiguaciones por carta al Instituto Dames Louise, y fui invitada a ir a Lovaina para una entrevista. Mi madre fue conmigo, el 5 de septiembre de 1926. Allí fuimos recibidas por la fundadora, dama Louise, quien, aunque estaba enferma en cama, se mostró lúcida, agradable y bondadosa.
Cuando mi madre mencionó que yo todavía tenía dos años más de colegio, y que ella se preguntaba si sería mejor el que yo terminara los estudios, la fundadora dijo: “No, ella debe ingresar de inmediato y nosotras nos encargaremos de que termine sus estudios con nosotras.” Esa promesa, me apena decirlo, no fue respetada.
La fecha de ingreso fue fijada para el 16 de septiembre de 1926. Pero dado que esa fue la fecha que ya habíamos fijado para hacer un viaje a Lourdes, mi madre preguntó: “¿No sería posible posponer la fecha del ingreso en vista de la peregrinación a Lourdes?” La respuesta fue: “No, su hija puede escoger; o ingresar al convento o ir a Lourdes.” Dije: “Ingresaré al convento.”
Así es que llegó el día en que con lágrimas en los ojos dejé a mi familia. Mi padre me acompañó al castillo de Ezeringen, donde las postulantas (las candidatas que quieren ser monjas) tenían que pasar por un período probatorio de seis meses. Después de decir ‘adiós’ a mi padre, fui vestida junto con otras veinte jóvenes con la capa y el tocado de postulanta. Así llegué a ser una postulanta de las Misioneras Canonesas de San Agustín. Realmente me sentí muy feliz.
Preparándome para ser monja
Como postulantas, se nos impuso el más estricto silencio. Si nos enfermábamos o teníamos problemas, teníamos que simplemente aguantarlos o si no, hablar solo con la directora. Este silencio impuesto no ayudó a estimular el amor entre nosotras.
La entrevista con la directora quien me pidió que me deshiciera de todas mis pertenencias personales me cubrió de vergüenza. Esperando ser comprendida, confié libremente en ella sin restricción, tal como tenía por costumbre cuando todavía era niña. Quedé profundamente desilusionada cuando todo lo que dijo fue: “Como penitencia, al comienzo de la comida del mediodía usted extenderá sus brazos en cruz.” Desde ahí en adelante, ya no me volví a sentir cómoda.
Un domingo mi madre vino a visitarme. En el locutorio volví a ser yo misma, espontánea, alegre. Esto sorprendió a mi directora, quien dijo a mi madre: “Señora, su hija es completamente diferente en el locutorio. Aquí es tan feliz, tan animada, mientras que en la comunidad es tan seria, tan silenciosa.” Con seguridad que era un contraste. Pero, ¿por qué? Porque aquélla no era la clase de vida que yo había esperado.
No obstante, me consolaba con la idea de que por Jesús nada podía ser demasiado difícil y que yo estaba allí para llegar a ser su esposa. Así es que sufría en silencio. Creía que como futura monja tenía que sufrir, y que puesto que había dado el primer paso, no podía volver atrás.
Cuando el período de seis meses del postulado terminó, las postulantas tenían que ir a Lovaina para el noviciado de un año (período probatorio antes de tomar los votos). La ceremonia de tomar el velo fue precedida por un retiro de una semana. Vestidas con el hábito de monja y con un velo blanco marchamos en procesión hacia la capilla.
En Lovaina las dificultades que encontré durante el postulado iban a reaparecer y aun empeorar. Mi directora en este sitio no me inspiró más confianza que la anterior. Le tenía temor y me convertí más y más en una introvertida. El sufrimiento moral iba a ser un suceso cotidiano para mí. ¡Cuántas lágrimas iba a derramar!
Los miércoles y viernes había un período de cinco minutos de autodisciplina. Para esto, nos dieron un látigo de cuerdas que tenían pequeños nudos con el cual me golpeaba para hacerme sentir verdadero dolor. En estos mismos días, al mediodía, tomábamos nuestra sopa arrodilladas.
Cada viernes, cada una por turno, mientras estaba arrodillada en el refectorio, tenía que besar los pies de todas las monjas en el convento. Cada sábado, nos reuníamos para enumerar en voz alta nuestras faltas. Cada monja se arrodillaba por turno y, en voz alta, confesaba las faltas externas que había cometido.
Cada día teníamos que repetir cinco “Padrenuestros” y cinco “Avemarías,” con los brazos extendidos en cruz. Se nos aconsejaba a realizar por lo menos una mortificación en cada comida. Y cada mes, durante la contemplación mensual, teníamos que hacer un informe a la directora y pedir permiso para usar pequeños objetos como alfileres, botones, imágenes, y así por el estilo. Todas nuestras acciones estaban estrictamente controladas, aun al salir del refectorio, el taller o la capilla, sin importar la razón. Con las manos juntas, teníamos que preguntar: “¿Me permite salir?” Cuando estábamos en la capilla, un simple ademán bastaba.
Siempre que llegábamos tarde, teníamos que excusarnos delante de la superiora, de rodillas y con las manos juntas. Después de las oraciones de la noche y antes de abandonar la capilla, cada una por turno se arrodillaba delante de la superiora, la cual hacía una pequeña señal de la cruz en la frente y decía: “Que Jesús, María y José le bendigan.”
Llega el día
Al fin llegó el muy ansiado día, el 29 de marzo de 1928. Ese fue el día cuando terminó mi noviciado y yo llegaría a ser una monja, ¡la esposa de Jesús!
Después de contestar afirmativamente a algunas preguntas, como: “¿Está actuando libremente de su propia voluntad para llegar a ser la esposa de Cristo?” fui invitada, enfrente del altar, a pronunciar mis votos. Tuve que afirmar solemnemente que prometía “delante del Dios Todopoderoso, la bendita virgen María, y nuestro padre San Agustín, vivir en pobreza, castidad y obediencia, según las reglas de San Agustín y la Constitución de nuestra Orden, y eso por tres años.”
Después de eso fui al lado de la Epístola del altar y allí firmé un registro confirmando mis declaraciones. Así es como, antes de llegar a los diecinueve años de edad, llegué a ser miembro de la Congregación de las Misioneras Canonesas de San Agustín. Entonces el sacerdote dijo: “Estos votos serán sus únicos consuelos; las acompañarán a la tumba.” Un anillo de oro, símbolo de nuestra unión con Jesús, fue entonces deslizado sobre el dedo anular de la mano derecha.
Junto con las otras monjas que habían tomado parte en la misma ceremonia, se me consideraba muerta para el mundo. Para simbolizar esta muerte, fuimos a un lugar indicado y nos arrodillamos, y entonces nos acostamos boca abajo, debajo de un paño mortuorio, como si estuviéramos enterradas. El coro cantó y al oír nosotras las palabras en latín, “levántate,” el paño mortuorio fue removido. Nos paramos y volvimos a nuestros puestos. Entonces el coro cantó un himno de resurrección, seguido por otro: “Ven, esposa de Cristo, recibe la corona que ha sido preparada para ti.” Entonces fuimos a la baranda de comunión donde la superiora nos colocó una corona de rosas hecha de tul blanco.
Realmente convencida de que era la esposa de Jesús, mi felicidad era completa. Continuaba repitiendo: “Jesús, soy tuya para siempre. Hazme una esposa de acuerdo con tu corazón; mi único deseo es complacerte.”
Ahora, ¿dónde serviría como monja? Bueno, debido a que durante mi noviciado mis superiores habían notado mi talento artístico, me dieron una asignación que me llevaría a las islas Filipinas. Iba a dar clases de pintura en el Colegio Santa Teresita, en Manila. Así es que, hacia fines de septiembre de 1929, después de haber pasado unos pocos días con mi familia y hacer colectas para cubrir los gastos del viaje, partí para las Filipinas. Era la costumbre que cada una hiciera el esfuerzo para reunir los fondos necesarios para cubrir los gastos del viaje a su asignación.
El resultado de cuarenta y tres años de monja
Hacia fines de 1929 llegué a Manila y la comunidad de Santa Teresita me dio la bienvenida. Esto inició diecisiete años de misionera en las Filipinas.
Aunque allí me sentía como en casa, una de mis actividades pronto llegó a ser una tortura para mí. Esa fue la confesión. Cuanto más iba a confesarme, más me reprendía el sacerdote. Aunque me hice aun más escrupulosa en mi trabajo, eso no parecía ser suficiente. Afortunadamente, con el tiempo el confesor fue reemplazado.
Solo sabía un poco de inglés. Por eso me sorprendí cuando mi superiora me dijo que yo enseñaría primer grado, a niños y niñas. Los jueves, puesto que no había clases, daba clases de pintura privadas. Pero a mediados del período escolar, se me pidió que fuera a Tubao para prestar ayuda con el canto de la iglesia, puesto que leía música y tocaba el piano.
En 1931 fui enviada a Tagudin, donde comencé con quinto grado y continué hasta el séptimo grado. Pero a mediados del año fui asignada como sustituta para enseñar en una escuela secundaria.
Aumentan las desilusiones
Durante las vacaciones escolares fui enviada a Baguio, ¡donde se me dio un diploma universitario por un curso que nunca había tomado! Se hizo esto para hacer creer que llenaba los requisitos necesarios para enseñar. Esta acción falta de honradez me fue muy desagradable. Además, esto me impulsó a hacer esfuerzos sobrehumanos durante el siguiente período de clases, pues en realidad no estaba capacitada para ello.
Sin embargo, por medio de trabajar duro logré equiparme con buen material. Mi superiora me prometió que no me volverían a transferir, pero esa promesa no fue respetada. De hecho, durante toda mi vida de monja, las muchas promesas hechas por aquellos que yo creía que eran representantes de Dios fueron fuente de amargas desilusiones.
Durante mis muchos años como monja misionera, enseñé diferentes cursos: matemática, pintura, ciencia, física, gimnasia, piano y otros. Pero cada mañana también trataba de religión con mis estudiantes, basándome en el catecismo que habían recibido. Este curso de religión debía haberme deparado muchas satisfacciones debido a mi vocación misionera como monja. Por lo contrario, la instrucción religiosa era una carga para mí, una tarea muy pesada a la que temía. ¿Por qué me era tan angustiosa y dolorosa? Porque sentía que no tenía nada realmente valioso que comunicar a otros.
Un año, después del retiro anual, fui a mi superiora para confiarle la resolución que había tomado durante el retiro. Cuán estupefacta quedé cuando la superiora me dijo: “No es eso lo que usted debe vigilar; más bien debe cuidarse de los celos.” ¡Quedé consternada! ¡Los celos estaban lejos de mis pensamientos! No pude entender cómo era posible que mi superiora, a quien yo implícitamente consideraba como un portavoz de Dios, hubiera actuado como lo hizo. Se nos había inculcado que nuestras superioras eran sustitutas por Dios.
Unos meses después me enfermé. ¡Cuán feliz me sentí! “¿Feliz de estar enferma,” dice usted? Sí, así es, porque durante el noviciado se nos había repetido constantemente que ‘Dios prueba a los que él ama,’ así que el estar enferma era una señal de tener el favor de Dios. Debido a que quería estar entre la gente privilegiada de Dios, ¡no quería sanarme! Padecía de una úlcera en el estómago y tuve que someterme a una operación. Después de eso fui a Baguio para la convalescencia, donde no estuve inactiva, pues iba a pedir limosna en el mercado.
Regreso a Bélgica
Pasaron los años. Vino la II Guerra Mundial y pasamos por dificultades y peligros. Luego, después de la guerra, tuve una recaída de mi salud. El cirujano no estaba de acuerdo con una segunda operación y en cambio ordenó mi regreso a Bélgica. Así es que después de diecisiete años como misionera en las Filipinas, regresé a Bélgica en marzo de 1947.
Mi actividad estaba limitada mientras más o menos hacía reposo, en espera del tiempo en que regresaría a las Filipinas como se me había prometido. Sin embargo, ésta fue otra promesa que no fue cumplida. En vez de eso fui enviada a la comunidad de Auvillar, Francia. Allí di lecciones a adolescentes escolarmente retardados. ¡Qué contraste con mis estudiantes y las clases en las Filipinas! ¡Cuán a menudo me echaba a llorar al terminar las clases! Creí que moral y físicamente me sería imposible sobreponerme a esa atmósfera.
Puesto que el Estado requería un diploma para enseñar niños de mentalidad inferior, se me pidió que me inscribiera en un curso por correspondencia. También fui a Toulouse para una instrucción de seis semanas, la cual terminaba con un examen escrito y oral. Obtuve mi diploma y resultó ser una gran revelación para mí. ¿Por qué? ¡Porque fui encomiada! Nunca antes había sido animada, así es que llegué a creer que era indigna de que se me mostrara el menor aprecio. Me dije: “Bueno, parece que en mí hay dos personas. Una ‘apreciada’ por los de fuera del convento, y la otra ‘mantenida en la oscuridad’ dentro del convento.”
Obtengo una Biblia
Se nos había prohibido leer la Biblia. Sin embargo, durante ese tiempo, en los años 1960, no me interesaba ningún otro tema de lectura. Lo que yo quería era una Biblia, pero la superiora general rehusaba permitirme una.
A pesar de eso, pude conseguir un ejemplar. Así fue como la obtuve: Necesitaba un diccionario francés para mi clase y solamente lo podía conseguir si mi familia me enviaba mil francos. ¡Una vez más ellos me ayudaron! No obstante, ¡la superiora apenas usó un tercio de esa suma y se quedó con el resto! Considerando que el sobrante me correspondía a mí, me arriesgué a pedir que se me comprara una Biblia de Jerusalén. Esta vez el pedido no fue rehusado.
Una vez que la Biblia estuvo en mi poder, decidí leer todo su contenido para averiguar por qué estaba prohibida. Lo que parecía extraño era que mi lectura de la Biblia me ayudaba a orar y meditar más que nunca antes. Aprendí muchos salmos de memoria y los decía en cada oportunidad. A veces traté de introducir la Biblia en mis conversaciones con otras monjas, pero sin resultado. A menudo les decía a las otras que nuestras conversaciones eran muy triviales. No obstante, en cuanto mencionaba asuntos espirituales se me ridiculizaba.
Puesto que mi salud no mejoraba, fui enviada de vuelta a Roulers, Bélgica, donde fui operada. Entonces fui enviada a Héverlé, un hogar para monjas gravemente enfermas donde fui operada una vez más. Después de eso mi salud mejoró gradualmente. En ese entonces tenía conmigo una pequeña radio, un regalo de mi familia. Este me permitía seguir seis cursos de la Biblia por correspondencia, y escuchar a once programas diferentes de religión. Como resultado, encontré una manera de profundizar mi estudio de la Biblia. Sin embargo, sufría por no poder comunicar mi felicidad a otros.
Empecé a darme cuenta de que los protestantes aprendían más de la Biblia. Sin embargo, un día escribí al pastor protestante que corregía mis lecciones, y en quien yo tenía la máxima confianza, preguntando qué pensaba acerca de la evolución. ¡Dijo que podía ser aceptada! Por lo tanto, disminuyó mi confianza, pues era claro que esta teoría no estaba en armonía con la Biblia, y yo estaba buscando la verdad, no la falsedad.
Una falta de amor
Entonces se celebró el Concilio del Vaticano. Esto resultó en que la Iglesia pidiera a las monjas que llevaran a cabo una renovación de su vida religiosa. Como parte de esto se me dio un cuestionario para que lo llenara, permitiéndome dar mi punto de vista.
En enero de 1968 llené el cuestionario. Dos de las preguntas eran: “¿Ha encontrado entre sus compañeras monjas (superioras u otras) suficiente ayuda para su vida espiritual?” y “¿Ha encontrado una verdadera amistad en la congregación?” A estas preguntas tuve que contestar “No.” Sencillamente nunca había encontrado un afecto verdadero, generoso entre las monjas compañeras o en la congregación. Solo había habido una apariencia de amor.
Una porción del cuestionario trataba de la “actitud de las superioras.” Esto es lo que escribí a la oficina del secretario general en Héverlé, Bélgica: “Muchas veces mis compañeras monjas me han hecho esta pregunta: ‘¿Por qué es más fácil para nosotras llevarnos bien entre nosotras que llevarnos bien con nuestras superioras?’ Esta es mi respuesta: Porque nuestras superioras no se hacen suficientemente accesibles a las hermanas y no poseen esa delicadeza maternal que las hermanas esperan de ellas.”
Continué: “Por lo general, nuestras superioras están demasiado ocupadas con asuntos externos. Están ocupadas con muchas cosas, excepto con la más importante de sus tareas... amor maternal para todas las hermanas. Sin embargo, sin excepción, Jesús amó. Jesús es amor. Esta es la concepción ideal de una madre. En todo respecto, las superioras llevan una vida totalmente distinta a la de una monja corriente, cuando por el contrario debieran ser ‘siervas.’ La monja corriente debe poder disfrutar, en pie de igualdad, de las mismas cosas que disfrutan sus superioras. No son solo el ‘nombre y el hábito’ los que tienen que cambiar, sino que también la disposición mental y el modo de vivir. Si nuestras superioras desean tener nuestro afecto y confianza, que nos amen sinceramente y que nos tengan confianza.”
“Algo anda mal”
Un día, disgustada, dije a mi superiora general: “Lo que no entiendo es que nuestro voto de pobreza siempre nos permite recibir, y cuanto más, mejor. En cambio nunca nos permite dar, ¡ni siquiera un alfiler!” ¡Y Jesús dijo que había más felicidad en dar que en recibir!
Fue lo suficientemente honesta para decir que mi razonamiento era correcto. Así es que más tarde, a un superior general de Scheut, dije: “En mi opinión, el mayor pecado en contra de la pobreza es el voto de pobreza.” Añadí: “Lo que se requiere es la abolición de esos votos.” Él no estuvo de acuerdo, diciendo que los votos nunca podrían ser abolidos.
No obstante, desde entonces, ¡los votos han sido definitivamente reemplazados por meras promesas! ¡Con seguridad algo debe andar mal en un sistema que tiene tantas contradicciones! Así es que continué repitiendo que muy pronto los conventos dejarían de existir. Por cierto, cada vez crecía más en mí el sentimiento de que los conventos eran instituciones diabólicas. Y más y más me convencía de esto por los abusos que veía. Por ejemplo, abusos en comodidad. Vi con mis propios ojos que se hacían gastos totalmente innecesarios e injustificados en una escala que continuaba aumentando. Así es que a medida que el tiempo pasaba, mis ojos llegaron a abrirse. Pude ver que la vida en el convento se estaba haciendo sencillamente imposible.
También comencé a darme cuenta de cuán vacías eran las ceremonias religiosas que siempre había apreciado tanto. A pesar de todas las decoraciones, las flores, los hermosos ornamentos del altar, los atavíos del sacerdote y la música, una vez que la ceremonia había terminado estaba consciente de que no había derivado ni el más mínimo provecho espiritual. En particular en estas ocasiones me ponía a observar al sacerdote. Muy a menudo había quedado desilusionada con él, y me había dicho: “¡Qué descuidado! Es como si no le importara lo que está haciendo y como si él mismo no creyera en ello.” Hacía el signo de la cruz automáticamente y la genuflexión con muy poco respeto.
Cierto día, al oír que durante el Concilio del Vaticano los obispos discutieron cambios en la eucaristía, me dije: “Algo anda mal aquí. La verdad es incuestionable y nunca cambia.”
En otra ocasión, ¡se me dijo que la sagrada sangre en Brujas no era real! En la Basílica de la Sagrada Sangre de la ciudad belga de Brujas se encuentra la urna de oro macizo de la Sagrada Sangre. En ésa se alega que se encuentran unas pocas gotas de la sangre de Cristo. Todos los años una procesión pasa a través de la parte vieja de la ciudad, llevando la urna con tradicional pompa. Pero ahora pensé: “¿Es posible que la Iglesia nos haya permitido tanta idolatría durante todas esas procesiones de la Sagrada Sangre? ¡Es tiempo de que encuentre la VERDAD!”
Le mencioné todo esto a otra monja y añadí: “Estoy buscando la verdad y cuando la encuentre, ¡nada me detendrá!” De ahí en adelante puse más empeño en mi búsqueda por la verdad.
¡Hallando la verdad que lleva a la vida!
Alrededor de agosto de 1969 recibí un libro de otra monja. Se intitulaba “La verdad que lleva a vida eterna.” Ella lo había recibido de su sobrino, quien era un testigo de Jehová.
Cuando me lo trajo ella me dijo: “Me lo dio mi sobrino. No te imaginas lo celoso que es. Me ha prometido una Biblia, ¿y puedes creerlo?... ¡predica de casa en casa y hasta da conferencias bíblicas!”
La escuché muy atentamente. Tomé el libro y dije: “Eso me interesa, porque ahora estoy buscando la verdad.” De inmediato comencé a leer el primer capítulo. Noté que era muy distinto de mis enseñanzas religiosas.
Sin embargo, poco después tuve que ingresar en la clínica, pues el médico consideró que mi estado era grave. Así es que antes de irme puse todas mis cosas en orden y le devolví el libro a mi compañera monja. Pero el diagnóstico fue inexacto, y muy pronto estuve de regreso. Busqué el libro... ¡pero qué desilusión! La monja me devolvió solo sus tapas. ¡Había botado las páginas de adentro! Fui a verla y le expresé mi pesar por lo que había hecho, repitiendo que había tenido tantos deseos de leer el libro.
Un viaje inolvidable
Un día la superiora anunció que querían voluntarias para aprender de peinadora. Me ofrecí y seguí un curso dictado por la escuela “Oréal” de Bruselas. Recibí instrucciones de presentarme delante de la Junta Examinadora en Bruselas el día 26 de octubre de 1970 para pasar mis exámenes de peinadora.
Fui a la hora convenida. Sin embargo, cuando se pasó lista de los nombres, el mío no estuvo incluido. Hasta se mostraron sorprendidos de verme allí. La secretaria me despidió, informándome que me volverían a llamar el próximo mes.
No deseando aprovecharme de esta inesperada libertad, fui al convento donde debía pasar la noche. Cuando dije a las monjas que regresaría a Héverlé en el primer tren, me aconsejaron que regresara en autobús; era más barato. Deseando respetar mi voto de pobreza, concordé.
Para llegar a la parada de autobús, tuve que tomar un tranvía. Como no conocía la localidad, pedí a dos hombres que viajaban en el mismo tranvía que me indicaran dónde bajarme. Prometieron avisarme cuando llegáramos a la parada de autobús. ¡Pero me dijeron que bajara por lo menos dos paradas antes! Así es que tuve que caminar el resto del trayecto, cargando dos pesadas valijas.
Al fin descansé las valijas en el suelo y miré alrededor buscando la parada de autobús. En ese preciso momento, un auto se detuvo a mi lado. El chofer dijo: “Señora, ¿va usted a Lovaina? ¿Puedo llevarla?”
Me turbé, pues pensaba que no era apropiado viajar con un hombre. Pero entonces él continuó hablando, diciendo: “Si es que no le importa viajar con un testigo de Jehová.” Aunque no conocía muy bien a los testigos de Jehová, esto me inspiró confianza y acepté el ofrecimiento. Después supe que ésta fue la primera vez que él había tomado la iniciativa de detenerse y ofrecerse a llevar a alguien. Por lo general, esperaba una señal de parte del caminante. Era también la primera vez que iba por este camino por la tarde. Hasta entonces, siempre había salido de mañana. ¡Pero qué bendiciones trajeron estas coincidencias!
Se hizo cargo de mis valijas y me ayudó a subir al auto. Tan pronto como estuve sentada, dijo: “Como usted sabe señora, los testigos de Jehová hablan mucho de la Biblia.” Le respondí que por el momento ésta era casi la única cosa que en realidad me interesaba, y que había tomado un curso bíblico por correspondencia y escuchaba programas de religión por la radio.
Comenzó a hablarme acerca de varias doctrinas, como la Trinidad, y esto me asombró. Mencioné que lo que él me estaba diciendo era contrario a las enseñanzas de mi Iglesia, pero que sin embargo parecía estar en armonía con la Biblia. Cuanto más escuchaba, más atónita quedaba. Reconocía que todo lo que estaba diciendo ciertamente estaba en armonía con la Biblia. Mientras prestaba atención, oré para que el espíritu santo me ayudara y no me dejara ser inducida al error.
Cuando llegamos a Lovaina, el Testigo dijo adiós y al mismo tiempo me ofreció un libro. Sí, ¡era La verdad que lleva a vida eterna! Le agradecí calurosamente por él, y por todo el camino al convento medité en lo que habíamos conversado. Estaba también muy contenta por tener otro ejemplar del libro que había visto unos pocos meses antes. Ahora podía proseguir mi búsqueda de la verdad.
Aumentando en conocimiento exacto
Al entrar a mi habitación, comencé a orar. Esta vez, oré a Jehová, explicando mi situación y pidiendo que me ayudara. En otra mañana pedí a Jehová que me enviara a alguien para que me mostrara la dirección correcta a tomar.
Ese día, en vez de empezar a peinar a las 11 de la mañana como generalmente hacía, tenía cita para las 2 de la tarde para peinar a una monja. Se puede imaginar mi sorpresa, al ver, al bajar las escaleras, ¡al hombre que me había traído desde Bruselas! Debido a la cita a las 2 de la tarde él propuso volver una hora más tarde. Para entonces estuve desocupada y lo pude recibir en un pequeño locutorio.
Él sugirió que para poder adquirir más conocimiento exacto de la Palabra de Dios, debía tener un estudio de la Biblia, que sería conducido por dos mujeres de la congregación local de testigos de Jehová. Llena de gozo acepté su ofrecimiento. El primer estudio se celebró en mi habitación, ¡dentro del mismo convento!
Cuando supe que después de estudiar por seis meses tendría que tomar una decisión, me dije a mí misma: “¿Piensan ellas que voy a cambiar? Si es así, están equivocadas. Todo lo que quiero es un estudio detallado de la Biblia.” Me apliqué al estudio muy seriamente.
¡Por fin la verdad!
Entonces una mañana la Testigo me invitó a una asamblea de tres días de instrucción bíblica celebrada cada seis meses y organizada por los testigos de Jehová. La superiora me autorizó a salir, sin saber adónde iba, y todos me desearon un feliz fin de semana.
Durante el viaje me dije: “No me voy a dejar embaucar. Escucharé y tomaré nota de todo. Si oigo una sola palabra contraria a la Biblia, ése será el fin de una vez y para siempre.”
En la asamblea encontré que todo era edificante. Tuve la definida impresión que había pasado de la oscuridad a la luz. Me conmovió profundamente el amor fraternal que desplegaban los Testigos. ¡Ciertamente había encontrado el verdadero amor cristiano que había estado buscando por cuarenta y cinco años! ¡Llegué a la conclusión de que por fin había encontrado la verdad!
Al regresar al convento, percibí aún más la verdad de las palabras que tanto había repetido en los meses recientes: “Estamos en un sistema diabólico. No puedo continuar viviendo aquí como una hipócrita.” Oré a Jehová, implorándole por guía.
Realizando la separación
Esa misma noche después de haber vuelto de la asamblea, me senté y le escribí una carta al papa. Le pedía que me concediera la dispensación de mis votos. Escribí otra carta a mi superiora general.
Sin embargo, entonces recordé que desde el Concilio del Vaticano nuestros reglamentos y nuestras constituciones habían sido quemados. Por consiguiente, nosotras ya no éramos las Misioneras Canonesas de San Agustín, según cuyos reglamentos había tomado mis votos. Llegué a la conclusión de que no necesitaba ser dispensada de mis votos.
Lo que es más, ya no aceptaba a la Iglesia Católica Romana como la Iglesia de Cristo. Esta estaba en oposición a la Palabra de Dios. Por lo tanto, ya no veía la necesidad de consultar con el dirigente de una iglesia apóstata para pedirle ningún permiso. Así es que aquellas cartas que había escrito nunca fueron enviadas.
Habiendo comparado las verdades de la Biblia con las enseñanzas religiosas que había recibido, comprendí más y más que las principales enseñanzas de la Iglesia no estaban de acuerdo con la Biblia. Por ejemplo, Jesús no es el Dios Todopoderoso. Además, la Trinidad no existe. La misa y la comunión no tienen base bíblica. Y ¿qué hay acerca de las almas en el fuego del infierno, que están allí por haber tomado la comunión sin haber ayunado, o por haber mordido o tocado la hostia, o por no haber asistido a la misa dominical, o por haber comido carne en viernes? ¡Ahora todas estas cosas se permiten! Estos hechos ayudaron a convencerme de que había encontrado la verdad.
El 23 de enero de 1971 llamé por teléfono para agradecer a la Testigo que tan bondadosamente se había hecho cargo de mí durante la asamblea. Cuando me preguntó qué iba hacer, le contesté: “Estoy lista para irme.”
Decidí irme al día siguiente, a pesar del hecho de que no estaba en buena salud, y también a pesar de mi edad y otros factores. No obstante, después de profunda reflexión, dije a Jehová que debido a su amor, me entregaría a él sin reservas. Él podía usarme como quisiera. Solo pedía que se hiciera su voluntad y no la mía. Me apoyé por completo en él y durante toda la noche le oré repetidamente. No me preocupé más acerca del alimento, ropa y alojamiento. Tenía ojos para solo una cosa: Predicar las buenas nuevas del reino de Dios, y traerle la verdad a tantas personas de condición de oveja como fuera posible.
Al día siguiente vinieron por mí dos testigos de Jehová. Mi partida fue tranquila. Había unas treinta monjas en el convento y todas miraron, sorprendidas, pero sin decir una palabra. Cuando la sacristana quiso saber lo que estaba pasando, dije: “Se acuerda que le dije que cuando yo encontrara la verdad, nada me detendría. La encontré con los testigos de Jehová y es por eso que me voy con ellos.” Se fue sin decir otra palabra.
Permanecí dos meses con una familia de Testigos en Bruselas. No aceptaron ningún pago por mi alojamiento. Uno podía notar que todo esto se hacía por puro amor a Jehová. Estaba tan contenta de estar por fin libre de la influencia del imperio mundial de la religión falsa, al cual la Biblia llama “Babilonia la Grande,” y estar en la compañía de estos dedicados cristianos.
Y así llegó el tiempo cuando me dediqué verdaderamente a Jehová. Solo quería hacer Su voluntad, como una de sus testigos. Cinco meses más tarde, el 26 de junio de 1971 —después de cuarenta y tres años como una monja misionera— simbolicé esta dedicación por bautismo en agua.
En la actualidad, para mantenerme, trabajo parte del tiempo como ama de llaves, pero no siento pesar, pues mi felicidad es completa. Siento que ahora realmente soy una misionera, que llevo una vida mucho más honesta que cuando era una monja. En realidad sí hay una cosa que me pesa: que haya tenido que esperar tanto tiempo antes de poder demostrar a Jehová Dios que lo amo, y esto con entendimiento exacto de su Palabra.
Así es que ahora se ha realizado el deseo que expresé en 1916 cuando yo era esa niñita de siete años, de entregarme enteramente al servicio de Dios. Desde ahora en adelante, doy el resto de mi tiempo para hacer discípulos de Jesucristo, tal como él dijo a sus seguidores que hicieran. Hago esto por medio de predicar las buenas nuevas del reino de Dios y por medio de compartir con otros las verdades que he encontrado. Espero que muchas más personas de corazón honrado sientan el mismo gozo que yo siento, al aceptar, mientras todavía queda tiempo, la verdad que lleva a vida eterna en el nuevo sistema de cosas prometido por Dios.