domingo, 5 de abril de 2015

“Guárdense de los ídolos”


Considere otra manera como se engaña a la gente en cuanto a adoración. El apóstol Juan escribió: “Hijitos, guárdense de los ídolos”. (1 Juan 5:21.) Unos mil millones de personas son miembros de la cristiandad, y puede que digan que adoran al mismo Dios a quien adoró Juan. Con todo, centenares de millones de esas personas se inclinan ante imágenes de “santos”, de Jesús y de la virgen María.
La idolatría se presenta en otras formas sutiles. En 44 E.C. el rey Herodes Agripa pronunció un discurso público, y la gente se entusiasmó tanto que gritó: “¡Voz de un dios, y no de un hombre!”. (Hechos 12:21, 22.) Sí, idolatraron a Herodes y lo hicieron un dios. Cosas similares suceden hoy día. En los días violentos en que el nazismo ascendía al poder en Europa, el clamor “¡Heil Hitler!” era en realidad un grito de adoración. Muchos estuvieron dispuestos a pelear y morir por el Führer como si él fuera un dios, el salvador de la nación. Sin embargo, ¡la mayoría de los que rendían aquel homenaje eran miembros de las iglesias de la cristiandad!
Antes y después de los días de Hitler ha habido otros líderes políticos que también se han proclamado salvadores y han exigido devoción exclusiva. Los que sucumbieron convirtieron a aquellos hombres en dioses, prescindiendo de la religión formal a que pertenecieran como “adoradores” o de que afirmaran ser ateos. El homenaje que los fanáticos dan a estrellas de los deportes y del cine y a otros artistas también se asemeja a adoración.


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