martes, 24 de marzo de 2015

Empieza a recogerse la gran muchedumbre en Latinoamérica




En febrero de 1943, en plena guerra, la Sociedad Watch Tower, pensando en la obra que debía hacerse durante la posguerra, inauguró la Escuela de Galaad en el estado de Nueva York con el fin de preparar misioneros para el servicio en el extranjero. Antes de finalizar ese año, doce de estos misioneros ya habían empezado a servir en Cuba, país que resultó ser muy productivo.
Ya en 1910 habían llegado algunas semillas de la verdad bíblica a Cuba. C. T. Russell había pronunciado un discurso en el país en 1913. J. F. Rutherford había hablado por la radio en La Habana en 1932, y la información se había retransmitido en español. Pero el crecimiento fue lento. En aquel tiempo había mucho analfabetismo y mucho prejuicio religioso en Cuba. Las primeras muestras de interés se vieron principalmente entre la población de habla inglesa procedente de Jamaica y otros lugares. En 1936 había solo 40 proclamadores del Reino en Cuba. Sin embargo, las semillas de la verdad del Reino que se habían plantado y regado comenzaron entonces a producir más fruto.
En 1934 se habían bautizado los primeros cubanos, y otros lo habían hecho poco después. A partir de 1940 se empezaron a emitir programas de radio diariamente, lo cual, aunado a la predicación denodada en las calles, aumentó la eficacia del ministerio de casa en casa. Incluso antes de la llegada de los misioneros de Galaad en 1943, ya habían abrazado las buenas nuevas 950 personas y las estaban predicando, aunque no todas lo hacían con regularidad. Durante los dos años siguientes las cifras aumentaron más deprisa aún. En 1945 Cuba contaba con 1.894 testigos de Jehová. Aunque casi todos provenían de una religión que enseñaba que todos los feligreses fieles irían al cielo, la gran mayoría de los que se hicieron testigos de Jehová aceptaron con entusiasmo la esperanza de vivir eternamente en un paraíso restaurado en la Tierra. (Gén. 1:28; 2:15; Sal. 37:9, 29; Rev. 21:3, 4.) Tan solo el 1,4% de todos ellos afirmaban ser hermanos de Cristo ungidos por espíritu.

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