Relatado
Por William Dingman
A Cuba y luego a
Puerto Rico
En mayo de 1945 me enviaron junto con otros
hermanos a mi primera asignación misional: Cuba. La noche que llegamos a La Habana,
la capital, salimos a predicar con las revistas. Permanecimos en La Habana
hasta que encontramos una casa en Santa Clara. El reembolso que cada uno de
nosotros recibía al mes era de solo 25 dólares (E.U.A.) para todos los
gastos, incluidos la comida y el alquiler. Hicimos las camas y los muebles con
los materiales que estaban disponibles, y utilizamos cajas de manzanas para
hacer las cómodas.
Al año siguiente me asignaron a la obra del
circuito. En aquel tiempo toda Cuba era un solo circuito. Como el
superintendente de circuito que me había precedido tenía las piernas largas y
disfrutaba mucho caminando, los hermanos y las hermanas tenían que correr,
literalmente, para mantenerse a su paso. Debieron pensar que yo haría lo mismo,
así que lo organizaron todo bien para mi visita. No salieron todos al
ministerio el mismo día, sino que se dividieron en grupos e hicieron turnos
para trabajar conmigo. El primer día, un grupo me llevó a un territorio
distante; al día siguiente, otro grupo me llevó a otro territorio lejano, y así
sucesivamente. Al final de la visita estaba agotado, pero había disfrutado de
la experiencia. Tengo preciados recuerdos de aquella congregación.
Para 1950 teníamos más de siete mil
publicadores del Reino en Cuba, aproximadamente la misma cantidad que en
México.
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