lunes, 30 de marzo de 2015

La atracción universal de la música latina


Más de cuatrocientos millones de personas hablan español por todo el mundo. Después del mandarín y el hindi, este idioma tiene más hablantes nativos que cualquier otro. No es de extrañar, por lo tanto, que a muchas personas les resulte familiar la música latinoamericana. Gente de todo el mundo ha disfrutado de escucharla o bailar al ritmo del mambo, el chachachá, el merengue o la salsa.
¿Por qué es tan popular esta clase de música? En parte por su carácter vivaz y alegre. A muchos latinoamericanos les gustan los ritmos rápidos y tropicales. Esclavos procedentes de África occidental introdujeron hace centenares de años varios de estos compases en Latinoamérica. Hay que admitir que a algunas personas que no son latinas les resulta difícil entender los ritmos más rápidos, caracterizados por el son reiterativo del tambor.
La música latina también puede ser lenta, romántica y hasta melancólica. Por ejemplo, el bolero latinoamericano siempre ha gozado de gran aceptación en muchos países. Normalmente lo ejecutaban tríos y se caracterizaba por su naturaleza romántica y poética. Fue muy popular durante los años cuarenta y cincuenta, y ahora está resurgiendo en la música vocalista de artistas jóvenes. Los mariachis de México, con sus llamativos trajes, grandes sombreros e inconfundibles sones, también son famosos en todo el mundo.
El merengue, la salsa y el tex-mex
El merengue y la salsa se han hecho muy populares en muchos países. Estos ritmos no son nuevos. El merengue se originó en la República Dominicana y en Haití. De él se ha dicho que es “increíblemente rápido, reiterativo, pegadizo y delicioso”. Su nombre hace referencia al dulce que se prepara batiendo enérgicamente azúcar y claras de huevo. Al observar los vigorosos movimientos con que bailan algunos merengueros, cualquiera puede comprender que el nombre resulta muy apropiado.
El género musical de la salsa reúne una variedad de ritmos, en su mayoría de origen cubano y puertorriqueño. Hay quienes afirman que la salsa debe su nombre a una fusión musical que tuvo lugar en Nueva York, donde se dio cita una amalgama de artistas de todo el Caribe. Desde allí se esparció por el mundo entero.
El asesinato en 1995 de Selena, una cantante hispana de Estados Unidos, elevó sus canciones a un rango de popularidad aún mayor que cuando estaba viva. Se la conocía como la reina del tex-mex, que se ha definido como una combinación de música country norteamericana y de ritmos norteños (del norte de México) con letras en inglés, en español o en spanglish, que es una mezcla de español e inglés. Este tipo de música ha alcanzado mucha popularidad entre los latinos de Estados Unidos y en Latinoamérica.
El punto de vista equilibrado de la música y el baile
Al igual que sucede con muchos otros placeres, la moderación es la clave para que obtengamos el mayor disfrute de la música (Proverbios 25:16). Los cristianos son selectivos en sus preferencias musicales. La Biblia advierte: “Vigilen cuidadosamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos” (Efesios 5:15, 16). Es notorio que los temas de algunas canciones son irreverentes, inmorales o hasta satánicos. La música latina no es inmune a esas influencias corruptivas.
Las letras de ciertas canciones latinas son obscenas. Algunas tienen doble sentido, mientras que otras son eróticas o sexualmente explícitas. Los temas políticos, la violencia y la rebelión también se resaltan en un buen número de canciones. Por ejemplo, entre muchos latinos ha gozado de amplia aceptación la música mexicana conocida como corrido. Sin embargo, recientemente se está popularizando un nuevo tipo: el narco corrido. Sus canciones refieren las historias violentas de los narcotraficantes, y los presentan como héroes. Algunas canciones de los mariachis también tratan temas ofensivos y ensalzan la borrachera, el machismo o el nacionalismo. Igual puede decirse de ciertas letras del merengue, la salsa y otros tipos de música latina.
Hay a quienes les gustan estos ritmos pero no entienden la letra de las canciones. Es posible que, sin saberlo, escuchen con placer composiciones que alientan la inmoralidad sexual, la violencia e incluso el ocultismo. Puede que quienes entienden español hagan caso omiso de letras objetables mientras bailan al son del ritmo pegadizo y alegre. Sin embargo, un profundo respeto por las normas bíblicas nos impulsará a examinar detenidamente todos y cada uno de los temas que se oigan en nuestra casa y en las reuniones sociales. Así evitaremos escuchar canciones cuya letra ofenda a Dios, o de bailar al son de sus compases.
También hemos de vigilar que la manera en que bailemos no haga tropezar a otras personas (1 Corintios 10:23, 24). Los cristianos se cuidan de que sus movimientos no reflejen un desenfreno insensato que los despoje de su dignidad. Tampoco quieren tomar parte en danzas deliberadamente provocativas. Las parejas casadas sensatas no permiten que el baile se convierta en una exhibición impropia de intimidades maritales.
El equilibrio cristiano también exige moderación en lo relativo al volumen de la música que se toca y a la duración de las reuniones sociales. No cabe duda de que quienes adoran a Jehová pueden disfrutar de su música favorita sin que para ello tengan que participar en “parrandas” que se extienden hasta la madrugada y que se caracterizan por un volumen ensordecedor. La Biblia exhorta: “Basta el tiempo que ha pasado para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones cuando procedían en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales” (1 Pedro 4:3).
A pesar del predominio cada vez mayor de elementos inmorales en el moderno mundo del espectáculo, todavía se puede disfrutar de una gran variedad de música sana. La música es un hermoso regalo de Dios, y la Biblia dice que hay “un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: [...] un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar” (Eclesiastés 3:1, 4, Levoratti-Trusso). Si le gusta la música animada y pegadiza, sin duda disfrutará de escuchar y bailar con moderación y equilibrio cristiano los atractivos ritmos de la música latina (1 Corintios 10:31; Filipenses 4:8).


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