domingo, 8 de marzo de 2015

La necesidad de ser razonables respecto a la decoración corporal




“La vanidad es la arena movediza de la razón”, escribió una novelista francesa. Lo cierto es que la razón ha tenido muy poco que ver con muchas de las cosas que se han hecho por vanidad a lo largo de los siglos. Por ejemplo, con tal de tener la cintura más delgada posible, las mujeres del siglo XIX se ceñían el corsé hasta el punto de casi no poder respirar. Se dice que algunas lograron cinturas de tan solo 32,5 centímetros. Hubo mujeres que se lo apretaron tanto que las costillas se les hundieron en el hígado, lo que les causó la muerte.
Aunque felizmente aquella moda caprichosa pasó, la vanidad que la causó se manifiesta hoy día tanto como entonces. Hombres y mujeres siguen sometiéndose a procedimientos complicados y hasta peligrosos con tal de modificar su apariencia natural. Por ejemplo, los establecimientos de tatuajes y perforaciones corporales, que antes solo frecuentaban los elementos marginales de la sociedad, hoy proliferan en los centros comerciales y en zonas residenciales. De hecho, en un año reciente, el tatuaje ocupó el sexto lugar entre los negocios minoristas de más rápido crecimiento de Estados Unidos.
También están ganando terreno formas más radicales de decoración corporal, sobre todo entre los jóvenes. Cada día es más popular hacerse orificios por todo el cuerpo: en los pezones y las tetillas, la nariz, la lengua e incluso los genitales. Para un grupo más reducido de personas, tal abundancia de perforaciones ha llegado a ser demasiado aburrida y están probando formas de adorno más extremas, como marcarse con metal candente, la escarificación y el grabado corporal, que consiste en introducir objetos debajo de la piel para producir hoyos y relieves extravagantes.
Una práctica antigua
La decoración y la modificación del cuerpo no son nada nuevo. En algunos lugares de África, la escarificación ritual y los tatuajes han servido por siglos para identificar a determinados grupos familiares y tribus. Curiosamente, en la actualidad se desaprueban y se van abandonando tales prácticas en muchos de esos países.
El tatuaje, la perforación corporal y la escarificación ya existían en tiempos bíblicos. Quienes los practicaban eran con mayor frecuencia las naciones paganas, en conexión con su culto religioso. Como es lógico, Jehová prohibió a su pueblo, la nación judía, que imitara a aquellos paganos (Levítico 19:28). De esta forma, los judíos, como “propiedad especial” de Dios, tendrían protección contra las degradantes prácticas de la religión falsa (Deuteronomio 14:2).
La libertad cristiana
Los cristianos no se rigen por la Ley mosaica, si bien algunos de sus principios se conservaron en la congregación cristiana (Colosenses 2:14). Así, el cristiano puede expresarse dentro de los límites de lo que es apropiado en lo que toca al tipo de embellecimiento que prefiere seguir (Gálatas 5:1; 1 Timoteo 2:9, 10). De todos modos, esa libertad no es ilimitada (1 Pedro 2:16).
En 1 Corintios 6:12, Pablo escribió: “Todas las cosas me son lícitas; pero no todas las cosas son ventajosas”. Comprendía que su libertad cristiana no le daba permiso para hacer todo lo que se le antojara sin consideración a los demás; el amor al prójimo influyó en su conducta (Gálatas 5:13). “No [vigilen] con interés personal solo sus propios asuntos —exhortó—, sino también con interés personal los de los demás.” (Filipenses 2:4.) Su punto de vista abnegado es un excelente ejemplo para todo cristiano que esté pensando en algún tipo de decoración corporal.
Principios bíblicos a tomar en cuenta
Uno de los mandatos para los cristianos es el de predicar y enseñar las buenas nuevas (Mateo 28:19, 20; Filipenses 2:15). Por ello, el cristiano no desea que nada, incluida su apariencia, distraiga la atención de las personas, de modo que no escuchen ese mensaje (2 Corintios 4:2).
Aunque es posible que decoraciones tales como la perforación corporal y los tatuajes sean populares entre algunas personas, el cristiano tiene que preguntarse: “¿Qué reacción provocaría en la zona donde vivo? ¿Me relacionarían con ciertos grupos marginados de la sociedad? Aun si mi conciencia me lo permitiera, ¿qué efecto tendrían en los miembros de la congregación mis perforaciones o tatuajes? ¿Lo tomarían como manifestación del ‘espíritu del mundo’? ¿Haría que dudaran de mi ‘buen juicio’?” (1 Corintios 2:12; 10:29-32; Tito 2:12).
Por otro lado, algunos tipos de modificaciones corporales conllevan graves riesgos para la salud. Se ha relacionado el uso de agujas antihigiénicas para hacer tatuajes con la propagación de la hepatitis y el VIH. A veces se producen enfermedades de la piel como resultado de las tintas que se emplean. Quizás las horadaciones tarden varios meses en sanar y duelan por mucho más tiempo, además de que también pueden causar una infección de la sangre, hemorragias, coágulos, daño al tejido nervioso y otras infecciones graves. Por otro lado, es difícil revertir algunas de estas operaciones. Por ejemplo, eliminar un tatuaje pudiera tomar múltiples sesiones caras y dolorosas de tratamiento con láser, dependiendo del tamaño y el color. Los orificios pueden dejar cicatrices para toda la vida.
La decisión de correr tales riesgos es personal. Pero quien desea agradar a Dios reconoce que ser cristiano implica ofrecerse a Dios. Nuestros cuerpos son sacrificios vivos que se le entregan para que él los utilice (Romanos 12:1). Por consiguiente, el cristiano maduro no ve su cuerpo como una propiedad exclusiva que pueda dañar o desfigurar a su antojo. En particular quienes satisfacen los requisitos para llevar la delantera en la congregación se distinguen por sus hábitos moderados, su juicio sano y por ser razonables (1 Timoteo 3:2, 3).
Para evitar las prácticas extravagantes y masoquistas de este mundo, tan irremediablemente “alejadas de la vida que pertenece a Dios”, al cristiano le será útil desarrollar y emplear la facultad de raciocinio educada por la Biblia (Efesios 4:18). Así brillará su carácter razonable delante de todos los hombres (Filipenses 4:5).
[Nota]
Existe una clara diferencia entre la escarificación por razones médicas e incluso estéticas y la escarificación compulsiva o mutilación que practican muchos jóvenes, especialmente adolescentes del sexo femenino. La última es con frecuencia un indicio de tensión emocional grave o de abusos, por lo que quizás se necesite ayuda profesional.


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